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​Belleza a lo largo del tiempo: Procedimientos estéticos de ayer y hoy

Marlen Olivari, Mónica Aguirre, Ignacia Michelson, Myriam Hernández, Antonella Ríos, Mariela Sotomayor e Ivette Vergara son solo algunas de las figuras públicas chilenas que se han sometido a procedimientos estéticos y quirúrgicos. A través de sus decisiones, estas personalidades han visibilizado la cirugía estética en el espacio público, contribuyendo a normalizar estos tratamientos en la sociedad chilena, en un fenómeno que ha trascendido las clases sociales y se ha extendido ampliamente.​​

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Este fenómeno no solo resalta las intervenciones estéticas entre las celebridades chilenas, sino que también revela las motivaciones que las impulsan a optar por estos procedimientos. En el caso de la periodista Mariela Sotomayor, la decisión de someterse a múltiples procedimientos estéticos no solo responde a una cuestión de apariencia, sino también a un proceso de reafirmación personal. “Me he hecho muchas cosas, me encantan. Lipoesculturas después de cada uno de mis embarazos, dos abdominoplastias, una rinoplastia, me puse una prótesis de silicona en el mentón, transferencia de grasa en glúteos para levantar, diferente tipos de toxina botulínica, ácido hialurónico, dermolipectomía, que es para sacar cuando la cicatriz del embarazo no queda bien y rejuvenecimiento intimo. Toda la vida siempre me ha llamado la atención el hecho de ver cómo las personas podemos renovar nuestra imagen y tener una proyección física de nuestra imagen que vaya más acorde con lo que somos por dentro, creo que esa es la clave”.  

Por su parte la actriz Antonella Ríos, hoy panelista en Qué Te Lo Digo de Zona Latina, reconoce abiertamente las cirugías que se ha realizado: rinoplastia, pexia mamaria y blefaroplastia. “Buscaba optimizar mi imagen y sentirme más cómoda con mi cuerpo. La blefaroplastia fue porque tenía los párpados caídos y siempre me veía cansada, mientras que la pexia mamaria fue para levantar el busto, porque después de dos partos, evidentemente, los pechos se caen. Estos cambios han potenciado mi autoestima; ahora me siento más jovial y segura”, afirma.  

También en el año 2020, la reconocida actriz y comediante chilena Javiera Contador compartió con sus seguidoras que se sometió a un procedimiento estético conocido como microblading para mejorar la apariencia de sus cejas. Este método consiste en una técnica semipermanente que busca corregir o reconstruir las cejas, generando pelos de manera artística para que luzcan más naturales. 

 

Más recientemente, en diciembre de 2024, la periodista Ivette Vergara reveló que se sometió a un tratamiento estético llamado criolipólisis, destinado a eliminar grasa localizada mediante una técnica de congelación sin necesidad de cirugía. Ivette compartió su experiencia en redes sociales, destacando que en una sola sesión se pueden obtener resultados notables en áreas como el abdomen y las piernas, ayudando también a reducir la celulitis. â€‹

 

Esta tendencia de buscar belleza y perfección no ha estado exenta de las sociedades milenarias. Las raíces de la cirugía plástica se remontan a civilizaciones antiguas, con evidencias como el Papiro quirúrgico de Edwin Smith (c. 1600 a. C.). El papiro es una transcripción posterior (alrededor de 1650 a. C.) de un manuscrito original que data del Imperio Antiguo (entre 3000 y 2500 a. C.). Describe 48 casos quirúrgicos, incluyendo heridas, fracturas, dislocaciones, llagas y tumores, y sugiere su posible manejo. Además, documenta tratamientos quirúrgicos en el antiguo Egipto. También se encuentra el Código de Hammurabi (1750 a. C.), que regulaba la práctica médica en Babilonia. A lo largo de la historia, distintas civilizaciones aportaron avances notables. 

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En la India, el “Sushruta Samhita” introdujo técnicas como el “indian flap” para reconstrucción nasal, en Grecia, Hipócrates definió principios quirúrgicos aún vigentes. Alrededor de 70 tratados médicos, reunidos durante la era alejandrina (siglo III d. C.), se atribuyeron a Hipócrates, formando el llamado Corpus Hippocraticum. Este conjunto de escritos recoge sus enseñanzas sobre la medicina y la cirugía, y no solo aboga por un enfoque ético en la práctica médica, sino que también establece los cimientos de la medicina científica y sistemática. A través del Corpus Hippocraticum, se introdujeron conceptos como la importancia de la observación clínica, el respeto por la confidencialidad del paciente y el principio de "primero, no hacer daño", el cual sigue siendo un pilar en la ética médica moderna. 

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En la Roma del siglo I, Plinio el Viejo hablaba de una rudimentaria liposucción como “cura heroica de la obesidad” aplicada al hijo del cónsul Lucio Apronio. También en esta época, Aulo Cornelio Celso describió en su tratado de medicina procedimientos para la reparación de orejas, labios y narices dañadas. Según explica la docente Paula Fuentes Avendaño, Magíster en Arte y Educación y catedrática colaboradora de la Universidad Alberto Hurtado, “los romanos practicaban cirugía estética. De hecho, muchas de las primeras herramientas utilizadas en este tipo de cirugía fueron inventadas por ellos, considerando, por supuesto, las limitaciones tecnológicas de la época. Se realizaban reconstrucciones nasales, intervenciones en los párpados y otros procedimientos similares. Por lo tanto, la cirugía estética no es una invención moderna asociada únicamente al avance de la ciencia y la tecnología, sino que ha estado presente desde tiempos antiguos.”

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Entrevista Paula Fuentes Docente UAH
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Posteriormente, durante el Imperio Bizantino, entre los siglos IV y VII, el médico Pablo de Egina desarrolló técnicas quirúrgicas detalladas, entre ellas un procedimiento para extirpar el exceso de tejido mamario en hombres con ginecomastia, un agrandamiento patológico de las glándulas mamarias. Estos casos continuaron hasta la Edad Media, época en la que la cirugía estética se convirtió en una práctica prohibida y castigada incluso con la muerte, debido a la influencia de la Iglesia Católica, que consideraba la búsqueda de la belleza como una tentación. Las intervenciones de aquel entonces eran rudimentarias y carecían de la rigurosidad y los estándares de seguridad modernos.

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Ya en 1890, en Estados Unidos, comenzaron a explorarse los primeros tratamientos estéticos no quirúrgicos. En esa época, la cirugía plástica incorporó compuestos inyectables y prótesis de hidrocarburos blandos para corregir deformidades faciales. Según relata el médico e investigador Danny J. Soares en su artículo “Resolviendo un problema centenario...”, una de las prácticas consistía en inyectar una mezcla de parafina y vaselina con agujas de gran calibre. Luego, la zona se moldeaba manualmente, se enfriaba y se fijaba al instante. Aunque más tarde se descubrió que estos materiales podían migrar o causar reacciones inflamatorias crónicas, esta técnica marcó un punto de partida para el desarrollo de tratamientos estéticos no invasivos y abrió nuevas posibilidades dentro de la especialidad.

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Aunque al principio hubo optimismo, las inyecciones de parafina se suspendieron alrededor de 1903 tras reportarse casos de ceguera súbita, accidentes cerebrovasculares y embolias pulmonares, causados por la inyección intravascular accidental de parafina. Estos eventos, junto con la formación de granulomas desfigurantes, llevaron al abandono definitivo de su uso a finales de los años 20.

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Este contexto de avances y retrocesos se vio profundamente impactado por la Primera Guerra Mundial. Los soldados que regresaron con mutilaciones maxilofaciales graves enfrentaron un nuevo y complejo desafío médico y social. La imposibilidad de reintegrarse a la vida cotidiana debido a sus heridas impulsó el desarrollo de la cirugía reconstructiva como una disciplina crucial, enfocada en la rehabilitación funcional y estética de estas heridas devastadoras.

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Los primeros cirujanos plásticos provinieron de cirugía general, otorlar u ortopediadurante las dos primeras décadas del siglo XX, médicos como Harold Gillies y Archibald McIndoe desarrollaron técnicas de reconstrucción facial y tratamientos para grandes quemaduras en soldados heridos. Estos avances, impulsados por descubrimientos como la antisepsia y el perfeccionamiento de la anestesia, mejorada considerablemente gracias al anestesista Ivan Magill, quien desarrolló la intubación nasal y endotraqueal , junto con herramientas como el dermatomo, transformaron la cirugía en una práctica mucho más segura y eficaz. A partir de entonces, la cirugía plástica dejó de ser solo reconstructiva y adquirió una dimensión estética, permitiendo a personas sin lesiones mejorar su apariencia, lo que dio origen al concepto moderno de cirugía estética.

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Tras los avances logrados durante la Primera Guerra Mundial, la cirugía plástica dejó de tener un propósito exclusivamente reconstructivo y adquirió una nueva dimensión, la estética. Gracias a la mejora de técnicas como los injertos de piel, la anestesia y el desarrollo de instrumentos más precisos, fue posible realizar intervenciones quirúrgicas no solo para reparar daños, sino también para modificar y embellecer rasgos físicos en personas sin lesiones. Esta transformación se vio impulsada por cambios sociales y culturales, así como por el trabajo de pioneros como el alemán Jacques Joseph, considerado uno de los padres de la cirugía estética moderna, quien realizó procedimientos como rinoplastias con fines puramente estéticos. De este modo, surgió el concepto contemporáneo de cirugía estética centrado en mejorar la apariencia y responder a ideales personales de belleza.

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Percepción de belleza: De la filosofía clásica a las intervenciones estéticas

A lo largo de la historia del arte y la filosofía, han surgido diversas definiciones y percepciones de la belleza, las cuales han influido profundamente en la forma en que se comprende el cuerpo y la estética . El cirujano español perteneciente al Instituto de Cirugía Estética del Hospital QuirónSalud de Barcelona, Josep Maria Serra i Renom en su texto “Belleza, imagen corporal y cirugía estética”, explica que, desde la Antigüedad, los filósofos comenzaron a conceptualizar la belleza, destacando figuras como Pitágoras, Sócrates y Platón, quienes ofrecieron sus propias interpretaciones sobre este concepto.​

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Como explica la doctora Carmen Gajardo, médico cirujano dueña de Clínica Glowing, “existen estándares de proporciones faciales que buscan mantener y mejorar la armonía del rostro. De ahí surge el concepto de la armonización facial, que utiliza diversas escalas de belleza y proporciones, dividiendo el rostro en distintas secciones para acercarse a estos estándares. En este proceso aplicamos referencias como la secuencia de Fibonacci, la regla de los tercios, los quintos y los cinco quintos. Estas guías anatómicas son fundamentales para lograr un rostro armónico que no se vea artificial o sobrecargado. Lo que más valoran los pacientes, especialmente las mujeres, es que el resultado sea natural ".

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Esta aplicación contemporánea demuestra que la búsqueda de la belleza ideal sigue guiándose por principios matemáticos y proporcionales, reafirmando la relevancia de estos conceptos desde la antigüedad hasta la actualidad. Cabe destacar que Fibonacci, matemático italiano del siglo XIII, estableció la sucesión numérica que da origen a la proporción áurea, ampliamente utilizada en cirugía estética.

Esta aplicación contemporánea demuestra que la búsqueda de la belleza ideal sigue guiándose por principios matemáticos y proporcionales, reafirmando la relevancia de estos conceptos desde la antigüedad hasta la actualidad. Cabe destacar que Fibonacci, matemático italiano del siglo XIII, estableció la sucesión numérica que da origen a la proporción áurea, ampliamente utilizada en cirugía estética. ​

 

​De esta postura surgen dos de las concepciones más influyentes sobre la belleza desarrolladas a lo largo de los siglos: la belleza como armonía y proporción de las partes (heredada de Pitágoras) y la belleza como esplendor, expresada en el Fedro, que más adelante influirá en el pensamiento neoplatónico. Para Platón, la belleza tiene una existencia autónoma, independiente del soporte físico que eventualmente la manifiesta; no está ligada a un objeto sensible en particular, sino que resplandece en todo aquello que participa de su esencia. 

 

​​​​Aquino consideraba que la proporción no se limitaba a una disposición correcta de la materia, sino que implicaba una adaptación perfecta entre materia y forma. En este sentido, un cuerpo humano es proporcionado no solo cuando sus partes están bien distribuidas, sino cuando encarna de manera armoniosa las condiciones ideales de la humanidad. Esta concepción integraba la estética con la metafísica, haciendo de la belleza no solo un atributo físico, sino también una manifestación de lo verdadero y lo bueno.

 

​​La cirugía estética se enfoca en corregir las alteraciones de la morfología corporal que, al no estar alineadas armónicamente, causan sufrimiento. Al restaurar la proporción, se devuelve la armonía, lo que, a su vez, alivia el malestar relacionado con la alteración de la imagen corporal. Josep Maria Serra i Renom explica que todos estos conceptos convergen en un mismo objetivo, el cirujano plástico y estético debe ser capaz de identificar el sufrimiento del paciente y evaluar cómo corregirlo, restaurando la forma y la armonía adecuadas. Por ello, es fundamental que el cirujano se enfoque en las formas, las proporciones y la simetría, y utilice estos principios como referencia al realizar sus intervenciones, siempre teniendo en cuenta la función específica de cada área del cuerpo.

 

​​Como explica Paula Fuentes Avendaño catedrática colaboradora de la Universidad Alberto Hurtado, “la belleza tiene más que ver con la espiritualidad. Platón y otros grandes pensadores establecieron que la belleza está ligada a lo bueno, y que lo bueno genera armonía. La idea de simetría y de proporción áurea nos remonta a la Grecia clásica, pero también la encontramos en el arte egipcio, con su sistema de cuadrícula, donde se buscaba una representación idealizada del cuerpo humano. Más adelante, durante el Renacimiento, una época de redescubrimiento del mundo greco-romano, esta búsqueda del ideal corporal se institucionalizó en el estudio académico del cuerpo. Anatomistas como Andrea Vesalio, y por supuesto Leonardo da Vinci, intentaron encontrar un ‘número mágico’ que explicara la proporción humana. Todo esto se enmarca en la necesidad del ser humano de encontrar métodos para representarse a sí mismo.”

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Entrevista Paula Fuentes Docente UAH
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Un ejemplo claro de cómo estos principios clásicos se trasladan a la práctica actual es la rinoplastia. Este procedimiento quirúrgico busca modificar la forma de la nariz para lograr un equilibrio armónico en el rostro, respetando principios estéticos basados en proporciones ideales. La técnica requiere no solo habilidad médica, sino también un agudo juicio artístico, al igual que en el arte renacentista. Como explica David A. Shaye en The Science of Art: Leonardo Da Vinci and Facial Plastic Surgery, estos ideales geométricos (incluido el número áureo), siguen guiando la cirugía facial contemporánea, donde las matemáticas y la estética se combinan para alcanzar la armonía visual.

Diversidad y globalización de los ideales de belleza

La belleza es un concepto profundamente condicionado por factores culturales, históricos y sociales. Su definición varía según la época, el país y la visión de cada sociedad. Lo que una cultura considera atractivo, otra puede interpretarlo como excéntrico o incluso inadecuado. En algunas comunidades indígenas o africanas, por ejemplo, los tatuajes, las escarificaciones o ciertas formas corporales representan símbolos de estatus, espiritualidad o identidad colectiva. Estas prácticas, incomprendidas desde una mirada occidental, evidencian que la belleza no responde únicamente a criterios estéticos, sino que se construye socialmente a partir de normas, creencias y valores compartidos.

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En muchas culturas, la belleza está directamente vinculada al sentido de pertenencia y a la identidad. En Japón, por ejemplo, la estética del wabi-sabi resalta la imperfección, la simplicidad y el paso del tiempo, en contraste con el ideal occidental que prioriza la simetría, la juventud y la perfección. Pero su evolución evidencia una tensión entre mantener las tradiciones culturales y adaptarse a los estándares globales. En países de Oriente Medio como Turquía, Emiratos Árabes Unidos e Irán, se ha registrado un notable auge en los procedimientos estéticos. Según datos de la Sociedad de Cirugía Plástica Estética, en 2024 se realizaron 1.110.306 intervenciones en Turquía, 482.752 en Emiratos Árabes Unidos y 420.321 en Irán. A diferencia de lo que ocurre en Occidente, donde históricamente se han privilegiado rasgos como la nariz angosta o los pómulos marcados, en estas culturas se busca armonizar los rasgos étnicos característicos en lugar de eliminarlos.

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Por su parte, en Occidente los procedimientos estéticos han alcanzado cifras aún más elevadas. En 2024, Estados Unidos lideró como el país con más procedimientos estéticos, con 6.165.173, seguido de Brasil con 3.123.758. En este último, las intervenciones más populares son la liposucción, el aumento de senos y la cirugía de párpados, procedimientos que responden a un ideal de belleza centrado en la delgadez, la juventud y las formas voluptuosas, características ampliamente valoradas en su cultura.

En Asia Oriental, y particularmente en Corea del Sur, los ideales de belleza han llevado a que la cirugía estética se convierta en una práctica común y socialmente aceptada. Según datos de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS), Corea del Sur lidera mundialmente en procedimientos estéticos per cápita, con aproximadamente 13,5 procedimientos por cada 1.000 habitantes . Se estima que una de cada tres mujeres surcoreanas entre 19 y 29 años se ha sometido a alguna intervención estética.​

Entre las cirugías más populares se encuentran la blefaroplastia (cirugía de párpados) y la remodelación facial para lograr una mandíbula en forma de "V", características que reflejan los ideales estéticos difundidos por las celebridades del K-pop. Esta influencia ha llevado a que muchas personas busquen parecerse a sus ídolos, adoptando estándares de belleza que privilegian rostros pequeños, ojos grandes y mandíbulas estilizadas .​

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A diferencia de otras culturas donde la cirugía estética puede ser un tema tabú, en Corea del Sur se percibe como una herramienta legítima para mejorar las oportunidades sociales y profesionales. El atractivo físico es altamente valorado y considerado un componente clave del éxito en la sociedad coreana, lo que refuerza la presión hacia un ideal estandarizado y difícil de alcanzar.

En África, los ideales de belleza varían significativamente entre las diferentes culturas y comunidades. Por ejemplo, en Etiopía, las mujeres de la tribu Mursi utilizan platos labiales como símbolo de estatus y belleza, mientras que en Ruanda, el peinado tradicional amasunzu es una expresión de identidad cultural. Sin embargo, la influencia de los estándares occidentales ha llevado a prácticas como el blanqueamiento de la piel, que pone en riesgo la salud de quienes lo practican y refleja una internalización de ideales de belleza ajenos a las tradiciones locales. 

En Europa, los estándares de belleza han evolucionado con el tiempo, pero persisten ciertos ideales que valoran la juventud, la delgadez y la simetría facial. La globalización ha tenido un impacto significativo en los ideales de belleza en todo el mundo, promoviendo estándares que a menudo se alejan de las tradiciones culturales locales. Si bien algunas regiones han adoptado estos ideales globales, otras han buscado preservar y valorar sus propias expresiones de belleza.

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La expansión de la cirugía y procedimientos estéticos, acompañados de la transformación de los estándares de belleza reflejan cómo la globalización ha influido en la percepción del cuerpo en distintas partes del mundo. Aunque hay tendencias que se repiten, como la búsqueda de juventud o ciertos rasgos físicos, cada región adapta estas ideas según su contexto cultural. Así, lo que hoy consideramos “bello” habla tanto de las tendencias mundiales como de las aspiraciones propias de cada cultura.

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