
​De los primeros cirujanos al auge estético en Chile
El Museo Nacional de Medicina reconoce al inglés Agustín Nataniel Cox y al chileno Pedro Morán como los primeros cirujanos en la historia de la medicina chilena. Nataniel Cox se destacó por su participación y servicios en el ejército patriota, además de ser el primer médico laico en el Hospital San Juan de Dios. Por su parte, Pedro Morán fue el primer cirujano destacado hacia fines del período colonial.
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Décadas más tarde, el Dr. Manuel Barros Borgoño marcaría un nuevo hito en el desarrollo de la cirugía en Chile. Obtuvo su título de médico en París en 1878 y fue pionero en introducir en el país las técnicas de antisepsia (procedimiento para reducir la carga microbiana en tejidos vivos, como la piel, para prevenir infecciones), desarrolladas por Joseph Lister y las de asepsia propuestas por Louis Pasteur y Von Bergmann. Durante la Guerra del Pacífico, aplicó estos conocimientos en los llamados hospitales de sangre o de campaña, logrando evitar uno de los grandes problemas de la época: la gangrena, también conocida como "enfermedad de hospital". Gracias a las innovaciones del Dr. Barros, los hospitales militares del ejército chileno ofrecieron una atención médica y quirúrgica mucho más efectiva para la recuperación de los heridos.
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El desarrollo de la cirugía plástica en Chile comenzó a tomar forma a partir del 10 de noviembre de 1941, con la fundación de la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica (SCCP) por los doctores Alfredo Alcaíno, Emilio Aldunate, Raúl Covarrubias, Jerónimo Marín y Rafael Ruiz, todos cirujanos generales o pediátricos formados en la Escuela Quirúrgica Chilena. Así lo detalla la revista conmemorativa publicada en el marco de los 80 años de la SCCP. Este hito, documentado en la revista, fue parte de un proceso más amplio impulsado por la Universidad de Chile, que desde el siglo XIX había consolidado una sólida tradición médica y quirúrgica.
La SCCP desempeñó un papel fundamental en la consolidación de la especialidad enel país. A través de congresos anuales, jornadas científicas y publicaciones especializadas, la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica promovió el intercambio de conocimientos entre profesionales nacionales e internacionales. Esto permitió a los cirujanos chilenos mantenerse actualizados sobre las últimas innovaciones en técnicas quirúrgicas, materiales y enfoques terapéuticos. Gracias a estos espacios de aprendizaje, muchos especialistas pudieron capacitarse en centros de referencia en Estados Unidos, Brasil y Europa, y traer de vuelta nuevas herramientas clínicas a Chile.
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Hacia las décadas de 1970 y 1980, comenzaron a abrirse los primeros centros privados especializados en cirugía plástica, aunque el enfoque continuó siendo predominantemente reconstructivo. Sin embargo, en paralelo al crecimiento económico de los años siguientes, emergió una creciente demanda por intervenciones estéticas. El presidente de la Sociedad Chilena de Medicina y Cirugía Estética (SOCHIMCE), Jorge Díaz, cirujano plástico, destaca el rol del doctor Héctor Valdés, uno de los pioneros de la cirugía estética en el país. “Los primeros grandes referentes de la cirugía estética en Chile, como el doctor Héctor Valdés considerado uno de los cirujanos más reconocidos del país, fueron quienes pusieron este tema sobre la mesa. Ya a fines de la década de los 70 y comienzos de los años 80, él comenzó a hablar de procedimientos como la liposucción o el aumento mamario, cuando nadie hablaba de eso. Valdés se formó en la escuela brasileña del reconocido cirujano Ivo Pitanguy, quien hizo un culto y una oda a la belleza corporal, en pacientes que eran sanos. Creó el concepto de Brazilian Butt Lift (BBL), también conocido como lipotransferencia glútea, además de técnicas en mejorías de la nariz y del perfil y técnicas de lipoaspiración que marcaron un antes y un después en el desarrollo de esta especialidad.”
Actualmente, quienes desean convertirse en cirujanos plásticos en Chile deben atravesar un exigente proceso formativo: siete años de medicina general, tres años de cirugía general y, posteriormente, al menos tres años de subespecialización en cirugía plástica y reconstructiva. Esta formación culmina con una certificación otorgada por organismos como la Corporación Nacional Autónoma de Certificación de Especialidades Médicas (CONACEM), tal como lo establece la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica (SCCP). Esta última, además, cumple un rol clave en velar por la calidad profesional y ética de quienes ejercen esta especialidad.
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No obstante, pese a los altos estándares de preparación exigidos a los cirujanos plásticos certificados, la seguridad de los procedimientos estéticos y de cirugía plástica ha generado creciente preocupación pública, especialmente debido al aumento de intervenciones realizadas por médicos u otros profesionales de la salud sin especialización. Casos de complicaciones graves, algunos con desenlaces fatales, han generado gran preocupación y provocado un debate urgente sobre la regulación y fiscalización de estos servicios. En Chile, menos de la mitad de las intervenciones estéticas son realizadas por profesionales certificados. Según datos de la Sociedad Chilena de Cirugía Plástica, en 2019 sólo el 47 % de las 15.000 intervenciones estéticas anuales fueron efectuadas por especialistas acreditados, lo que pone en duda la seguridad de estos procedimientos.
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La falta de control sobre quiénes ejercen estas prácticas se refleja en las cifras. En 2022, la Seremi de Salud de la Región Metropolitana efectuó 85 fiscalizaciones a centros estéticos, lo que derivó en 118 sumarios sanitarios, 64 prohibiciones de funcionamiento y la clausura de tres establecimientos. Las autoridades sanitarias han reconocido que, hasta hace algunos años, los procedimientos clandestinos eran escasos, sin embargo, hoy la situación ha cambiado drásticamente.
El Departamento de Acción Sanitaria de la Seremi de Salud durante 2023, sólo en la Región Metropolitana, se realizaron 193 fiscalizaciones en respuesta a denuncias ciudadanas. De ellas, 122 terminaron en sumarios y multas que variaron entre 0,1 y 1.000 UTM, según la gravedad de las infracciones. También se decretaron 65 prohibiciones de funcionamiento, tres clausuras y la revocación de un permiso sanitario.
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El presidente de la Sociedad Chilena de Medicina y Cirugía Estética (SOCHIMCE), Jorge Díaz, cirujano plástico enfatiza la urgencia de avanzar hacia un sistema más claro y accesible para los pacientes. “Chile está al debe, el gran problema son las clínicas clandestinas, lugares en donde no existen las condiciones pero también tenemos las consultas y/o procedimientos domiciliarios. Debemos tener un registro de clínicas que muestre por la dirección, por el nombre si es que esa clínica tiene resolución sanitaria o no. Cualquier clínica podría estar funcionando y no tener los papeles o permisos necesarios. No existe una plataforma clara donde podemos obtener esa información, donde pueden los pacientes saber si es que están estas instituciones en reglas. Lamentablemente no hay un lugar fácil de acceder. Tenemos que ponernos en disposición de la ciudadanía y darles la información oportuna y veraz para que tomen la decisión de manera libre, informada de con quien y donde atenderse”.
​La tendencia continúa en alza. En lo que va de 2024, la Seremi ha intensificado sus operativos, acumulando 225 fiscalizaciones y 145 sumarios. Las sanciones han implicado el cierre de salas de procedimientos, pabellones de cirugías menor y mayor, y centros estéticos completos. Entre las infracciones más frecuentes se cuentan fallas en la cadena de frío de productos como el ácido hialurónico y la toxina botulínica, uso de medicamentos vencidos, mal manejo de residuos sanitarios y la administración de fármacos en dosis superiores a las permitidas.

El precio de la belleza: lo barato cuesta caro
​En febrero de 2022, Leslie Vergara, de 32 años, falleció tras someterse a un procedimiento estético en una clínica de Las Condes. Este establecimiento, que ya había sido sancionado por la autoridad sanitaria en 2015, operaba sin los permisos ni certificaciones requeridas. A raíz de este caso y otros antecedentes similares, se ingresó un proyecto de ley orientado a regular el ejercicio ilegal de la medicina estética, el funcionamiento de clínicas clandestinas y el uso de materiales no autorizados o de origen desconocido, además de asegurar la preparación de los profesionales que realizan estos procedimientos. La iniciativa consta de cinco artículos, además de un artículo transitorio, e introduce modificaciones en tres cuerpos legales: la Ley N° 20.584, que regula los derechos y deberes de las personas en relación con su atención en salud, el Código Sanitario y el Código Penal. La iniciativa fue presentada en marzo de 2023 por la subsecretaría de Salud Pública, Andrea Albagli, y comenzó su tramitación en la Comisión respectiva del Senado, bajo el boletín N° 15.773. La moción cuenta con el respaldo de los senadores Juan Luis Castro, Francisco Chahuán, Iván Flores, Felipe Kast y Javier Macaya.
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El proyecto, actualmente en discusión, establece que solo los cirujanos plásticos acreditados por la Superintendencia de Salud podrán realizar intervenciones estéticas. En caso de incumplimiento, se considerará ejercicio ilegal de la medicina, y el profesional será inhabilitado. Uno de los pilares centrales de esta legislación es el denominado “Triángulo de Seguridad”, que exige que el cirujano esté oficialmente acreditado, que el establecimiento cuente con autorización sanitaria, y que el paciente reciba información clara y suficiente antes del procedimiento.
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Paralelamente, la Mesa de Brechas Regulatorias del Ministerio de Salud, en conjunto con la Sociedad Chilena de Medicina y Cirugía Estética (SOCHIMCE), publicó la circular A15/N°24 el 15 de septiembre de 2023, a través de la Subsecretaría de Salud Pública, División de Políticas Públicas Saludables y Promoción, y la División Jurídica. Este documento entrega instrucciones para la aplicación del artículo 124 del Código Sanitario, el Decreto Supremo N°283/1997 y la normativa complementaria del MINSAL relacionada con las actividades orientadas al cuidado y embellecimiento corporal.La circular establece con claridad quiénes están legalmente autorizados para realizar procedimientos estéticos en el país. Las intervenciones deben realizarse en centros con autorización sanitaria y supervisión técnica profesional. Se dividen en invasivas y no invasivas.
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En este contexto, el presidente de la Sociedad Chilena de Medicina y Cirugía Estética (SOCHIMCE), el doctor Jorge Díaz, advierte que aún persisten vacíos importantes en el acceso a la información y la fiscalización efectiva: “El llamado es a verificar que los profesionales que realizan los procedimientos sean efectivamente profesionales registrados en la Superintendencia de Salud y que puedan mostrar dónde se formaron, qué estudios realizaron y con qué respaldo técnico cuentan. Desde SOCHIME estamos proponiendo la creación de dos registros fundamentales: uno de competencias, donde los profesionales detallen sus capacitaciones y estudios universitarios; y otro de clínicas autorizadas, donde se pueda buscar si un centro tiene resolución sanitaria, botiquín, pabellón y planes de evacuación. La información es seguridad, y hoy no se le está entregando a los pacientes. Actualmente, la fiscalización solo ocurre si hay una denuncia. Por eso estamos trabajando en clinicasautorizadas.cl, una herramienta para que las personas puedan informarse y decidir de forma libre, responsable y segura.”
El factor económico emerge como un elemento clave en el crecimiento de clínicas clandestinas. Los tratamientos estéticos, a menudo asociados con costos elevados, llevan a muchas personas a buscar alternativas más accesibles, sin considerar los riesgos que esto implica. Un análisis realizado a partir de cotizaciones en diferentes clínicas estéticas ha permitido determinar un rango de precios para varios procedimientos, que se presentan a continuación:
Fuente: Clínica Estética Las Condes, Centro Estético Dermaline, Clínica Rejuvenecimiento Santiago, Clínica CMPLASTICA, Clínica Biotherapy, Clínica Smart Skin, Clínica Carolina Gutiérrez y Clínica Estéticas.
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Elaboración: Maite Arenas y Constanza Pinchart.
Esta diferencia de precios impulsa a muchas personas a buscar “belleza a bajo costo” en centros sin certificaciones ni garantías adecuadas, lo que puede implicar graves riesgos para la salud. En medio de este escenario de ofertas riesgosas y precios bajos, emerge el nombre del Dr. Pedro Vidal, cirujano plástico de la Clínica La Parva. Aunque su popularidad creció gracias a su rol como conductor del programa “Cirugía de cuerpo y alma” del canal, también ha enfrentado cuestionamientos que matizan esa visibilidad.
En 2014, Solange Lackington se sometió a una abdominoplastía y un levantamiento mamario con el doctor Pedro Vidal. La operación, motivada por exigencias de su papel en Chipe Libre, derivó en una grave infección postoperatoria que la dejó con secuelas físicas y la obligó a abandonar la teleserie. Fue intervenida tres veces en dos meses y, según su relato, incluso sometida a un procedimiento sin anestesia en la consulta.
La actriz demandó por negligencia en 2018, pero tras un proceso judicial que duró más de seis años, perdió el juicio en todas las instancias. Ya concluido el proceso, reveló que Vidal la operó en el Hospital de la FACH con un equipo compuesto por estudiantes recién egresados, a quienes no volvería a confiar su salud.
A su testimonio se suma el de Isidora Caballero Psicóloga e influencer de 29 años, quien también vivió una experiencia alarmante tras contactar al mismo doctor. “Ahí fue cuando encontré al doctor Vidal, que había operado a mucha gente. Todo empezó porque era más barato: mandé una solicitud, conté mi historia y me ofrecieron una rebaja de un millón. El día de la intervención me tuvieron desde las 7 de la mañana en ayuno, esperando hasta las 3 de la tarde, tirada en una sala de espera, sin atención ni contención. Mi papá se desesperó porque no me hacían pasar ni a una pieza, y fue ahí cuando empecé a escuchar comentarios negativos sobre el doctor: que nunca atiende a sus pacientes y que son los alumnos en práctica quienes hacen las operaciones.”
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En el caso del acceso a tratamientos no quirúrgicos, como la aplicación de toxina botulínica (bótox), la rinomodelación, la bichectomía o los aumentos de labios, estos ya no están restringidos a sectores privilegiados o de altos ingresos. Hoy, forman parte de un nuevo consumo cada vez más común. Según datos de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética solo en 2024 en Chile se realizaron 26.996 procedimientos no quirúrgicos.
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Este fenómeno también se explica por una fuerte reducción de los precios y una mayor disponibilidad de medios de pago. Como comenta Paula Quezada, médico estético de la Clínica Naves. “Cuando comencé en 2018, un bótox de tres zonas costaba en promedio 350.000 pesos. Hoy, ese mismo procedimiento puede encontrarse por 120.000. Además, la gente tiene más acceso a tarjetas de crédito y facilidades de pago”
Según datos del SERNAC, la infiltración de toxina botulínica (bótox) y ácido hialurónico se posiciona entre los procedimientos estéticos más demandados, principalmente por su efecto inmediato en la atenuación de líneas de expresión y el rejuvenecimiento facial. Estos tratamientos se han convertido en una herramienta cosmética de uso extendido, especialmente entre mujeres de entre 25 y 55 años, quienes conforman actualmente el grupo etario más activo en este tipo de intervenciones.
El aumento de los procedimientos quirúrgicos y no quirúrgicos, junto con la creciente demanda por alternativas más accesibles, ha puesto en evidencia la necesidad de fortalecer la regulación y supervisión del sector. Hasta 2019, en Chile se realizaban cerca de 15.000 procedimientos quirúrgicos al año. Sin embargo, según datos de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica y Estética, para 2024 la cifra ascendió a aproximadamente 43.000 intervenciones. En solo cinco años, la cantidad de procedimientos quirúrgicos en Chile casi se ha triplicado, lo que refleja un crecimiento sostenido que pone en tensión la capacidad regulatoria del sistema. Mientras el proyecto de ley sigue en trámite, especialistas y autoridades coinciden en que la seguridad del paciente debe ser prioridad, lo que implica acudir únicamente a centros autorizados y profesionales acreditados.